Caspar David Friedrich
Hacia 1832
© Gemäldegalerie, Dresde
Este cuadro del pintor romántico alemán Caspar David Friedrich (1774-1840) transmite una gran serenidad y nos traslada a uno de esos momentos mágicos del día –el ocaso–, en que el tiempo parece detenerse y la quietud reina a nuestro alrededor. El lienzo, cuyo título original es Das Große Gehege (que puede traducirse también como “El gran coto”), representa un paisaje del curso medio del Elba, concretamente una zona que en el siglo XVII se convirtió en reserva de caza, conocida como el coto de la Gran Ostra. Se trata de un paraje próximo a la ciudad alemana de Dresde, donde Friedrich vivió la mayor parte de su vida. Tal y como en su día apuntó el historiador de arte Michael Sullivan al referirse al cuadro: “La distribución de las nubes [situadas en las cercanías del horizonte] participa del efecto de que el cielo se halla combado hacia el fondo. Una sensación correlativa es la que produce la visión de los primeros términos, también curvados, como si su parte central se levantara hacia nosotros. Es una distorsión parecida a la que producirá ver el paisaje en un espejo cóncavo. De esa tensión visual resulta una imagen cósmica. En la ribera encharcada acaba por dibujarse una suerte de mapamundi, una imagen planetaria, una metáfora de todo”. El carácter simbólico del cuadro parece evidente, lo mismo que les ocurre a otros muchos paisajes de Friedrich, en los que el cielo (lo espiritual y duradero) y la tierra (lo terrenal y fugaz) se dan la mano. En ese remanso de paz, dominado por la luz crepuscular, el artista nos estaría mostrando el paso, tranquilo y sosegado, de la vida a la muerte –su verdadera obsesión.
© José Miguel Viñas
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